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El estigma de la FINA

Nota publicada por el periódico digital mexicano Excélsior


¡Esos récords de tan alta clase fueron superados con trajes prohibidos!
Arturo Xicoténcatl

Las aguas del Campeonato Mundial Natación de Shanghai, siguen agitándose, pero no con la alegría de la fiesta competitiva, de los espléndidos esfuerzos de los Lochte, los Phelps, los Sun Yang o el de algunas ondinas notables como la italiana Pellegrini o la inglesaAddlington, si no con el acíbar de la inconformidad por la decisión a medias que tomó la Federación Internacional (FINA) en relación con la era de los trajes supersónicos, prohibidos desde el 1 de enero de 2010, pero sin atreverse a borrar las 255 marcas mundiales que fueron derribadas durante 2008 y 2009, como una consecuencia o testimonio, acaso, del compromiso económico con las firmas comerciales de aquellos bañadores.

Resulta más que absurdo, aberrante, que la FINA, presidida por el uruguayo Julio Maglioni, no las haya desconocido. Esta decisión, vista desde el otro lado del espejo significa un atropello deportivo de lo más desleal al esfuerzo de grandes campeones de la natación.

El tiempo da la justa medida del valor de los récords. Su calidad se aquilata y se magnifica de manera natural en función a los años de duración. Con la autorización de los bañadores y la vigencia de los récords despojó algo de gloria y grandeza a competidores como Pieter van den Hoogenband, a Ian Thorpe, a la húngara Kristina Egerszegiy a la china Wu Yanyan quienes en el filo del milenio asombraron con sus récords mundiales.

El 30 de julio de 2002 en Manchester, Inglaterra, el australiano Ian Thorpe recorrió los 400 m libres en 3:40.08. Se necesitaron ocho años y un bañador cohete, un ferrari pegado en la piel, para que el alemán Paul Biedermann, en Roma 2009, le arrancara una 1/100.

¿Habría roto el francés Alain Bernard (47.60) el récord del holandésPieter van den Hoogenband (47.84) y el brasileño César Cielo Filho(46.91) cruzado el muro de los 47 con los trajes de antaño?

¿La italiana Pellegrini que llegó a emplear dos bañadores, uno encima del otro, habría roto la frontera de los cuatro minutos en los 400 m libres o bien Kirsty Coventry, de Zimbawe, hubiese mejorado en el 2008 el récord de 2:06.62 que señaló la Egerszegi el 25 de agosto de 1991?

La situación actual revela con diáfana claridad el estigma de la FINA. Hiede a podrido. ¡Esos récords de tan alta clase y prestigio fueron superados con trajes prohibidos!

En la FINA hay situaciones de lo más singular. Ningún australiano es miembro del Bureau; Australia es uno de los países más fuertes del planeta en natación. No hay entrenadores ni nadadores ni con voz y menos con voto.

Parece que este punto se podría ventilar con motivo de la reunión mundial de entrenadores de natación (ASCA) en San Diego, California.

El bureau de la FINA, en su democratismo unilateral, tiene la facultad de decidir sin consultar. No obstante una idea anglosajona un tanto drástica podría tomar forma en la reunión de la ASCA: crear una nueva organización y plantear un ultimátum no sólo a la Federación Internacional de Natación si no al Comité Olímpico Internacional (COI). Mientras en la entrañas de la FINA añoran el cuerno de oro de los bañadores supersónicos. ¿Se ocupa el TAS de este atraco? O será como en México mientras el muerto no se queje no hay delito que perseguir.

2011-08-09 00:00:00

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